miércoles, 23 de noviembre de 2016

Una pastelería en Tokio (2015) - Naomi Kawase


La vida de Sentaro, un hombre humilde y taciturno, está encadenada a una deuda de por vida y, para saldarla, regenta una pequeña pastelería en la que, sin mucho entusiasmo, prepara dorayakis. En su camino se cruza una anciana que le transporta al mundo de aquello que parece insignificante y le muestra la historia de las pequeñas cosas; un mundo en el que la tristeza se difumina si sabemos escuchar nuestra voz interior y aceptar nuestro destino.
Su tienda se convierte en un hogar para ambos cuando él se rinde a la magia de la anciana y comienza a tener un éxito inesperado.
Una pastelería en Tokio es un poema visual, un cuento que no hace alardes de grandes efectos técnicos, pero triunfa con creces como film intimista y poético que aúna tradición y modernidad con un mensaje sencillo. También denuncia una historia muy triste; la que esconde la anciana entre sus manos, la del ser humano contra la maquinaria gubernamental en un país aparentemente desarrollado y democrático donde se aparta aquello que traiciona la normalidad.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Manhattan - Woddy Allen

Aproveché el festivo para ver Manhattan y me encantó. Es una película ambiciosa, intelectual, colorida de una angustia existencial por parte del protagonista, un neurótico empedernido un poco enclenque que se busca en las mujeres. El comienzo me deslumbró con la belleza panorámica de una serie fotográfica de esa parte de la ciudad neoyorquina, y a lo lejos se escuchan los versos del frustrado escritor, Isaacs, dudando sobre un posible comienzo de su novela.
También al principio, la película nos deleita con Rhapsody in Blue, de Gershwin. La música es un elemento narrativo más; combina el clasicismo de las grandes orquestas con la modernidad del jazz. Me encantan también los monólogos (por ej. la lista que Isaacs hace de las cosas que merecen la pena) y los diálogos, muy inteligentes e irónicos y, por supuesto, todas las alusiones filosóficas y literarias. Creo que además del paisaje neoyoquino que Allen sabe retratar, le hace un guiño al cine sueco de Ingmar Bergman al menos en la belleza de Mariel Hemingway, que curiosamente es la nieta de Hemingway, el escritor. Mi personaje favorito es Mary (Diane Keaton), que ejemplo de femineidad tan interesante representa. Isaacs, que le reprocha ser demasiado racional, le da una maravillosa lección: que las cosas importantes no se piensan, se sienten. Ella aprende la lección y lo abandona por su mejor amigo. Él sigue buscando el amor sin darse cuenta de que ya lo ha encontrado, el de las calles por donde deambula buscando su novela.