martes, 2 de agosto de 2016

The Handmaid's Tale - Margaret Atwood

Me encanta Margaret Atwood; he leído muchas de sus novelas y me he propuesto seguir con las que me faltan porque siempre resultan muy interesantes. El cuento de la criada es una de mis favoritas; trata muchos de los temas a los que nos tiene habituados la gran escritora canadiense y es además muy inquietante. Atwood, que no se considera feminista, siempre dedica gran atención a la representación de la mujer y al desarrollo de sus personajes femeninos. En este caso lo hará mostrando la dureza de la apropiación del cuerpo y el lenguaje de las mujeres que viven en un mundo patriarcal, donde sólo se las valora en función de su capacidad procreadora.  
La protagonista del relato, Defred, vive en un mundo distópico que se rige por los preceptos de una interpretación extrema del Antiguo Testamento. Ha sido desprovista de todo aquello que ama, y de todo aquello también que la convierte en la persona que es, para ser adoctrinada en un centro donde se convertirá en sumisa criada de una familia pudiente. Por si esto no fuera suficiente, Defred debería engendrar un hijo del marido, el Comandante, de esa pareja infértil. El relato da por hecho que es la mujer quien no puede tener hijos y nos narra así la instauración de una esclavitud femenina que es aceptada por gran parte de la sociedad como un mal menor, porque aquellas que se niegan son ejecutadas públicamente. El resto de mujeres son partes de un  puzzle siempre en función de las necesidades de los hombres (ver póster a la derecha).
Su cuerpo pasa así a convertirse en la pieza de un engranaje cuyo objetivo es perpetuar el estado de bienestar de una minoría que acapara todos los derechos, mientras ella ve restringidos todos sus movimientos de una forma simbólica: no puede ni viajar, ni vestir como desea y lleva tatuado en su piel que es un objeto poseído por un hombre que apenas conoce. De esta forma, pasa a ser un ser sin cuerpo propio. Defred, que ha sido desposeída también del nombre que la individualizaba y ha pasado a llamarse Of-Fred en inglés y De-Fred en español —nombre del esposo de la familia– igual que las anteriores criadas que ocuparon su habitación antes que ella, no tiene ocasión de mirarse en ningún espejo –ni de tomar conciencia de sí misma ni de su cuerpo—. Tampoco puede hablar libremente, porque le está prohibido entablar conversaciones fuera de la casa y dentro, se le impone tan solo contestar a aquello que se le pregunte.
A lo largo del relato Defred va tomando conciencia de su situación y de su necesidad de escapar de ella, en parte porque el Comandante le ofrece paulatinamente palabras en forma de juegos y lectura que constituyen un gran paso en su camino hacia el empoderamiento, al menos desde un punto de vista psicológico. Los espejos mostrarán también su magia y la ayudarán a reconocer su cuerpo que irá materializándose, dibujando sus contornos y reclamando sus necesidades.
Me ha gustado esta reseña: http://koratai.com/resena/cuento-de-la-criada-margaret-atwood

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