domingo, 10 de julio de 2016

Nineteen eighty-four (1984) - George Orwell

1984 es quizás la novela distópica de ciencia ficción más conocida en el mundo occidental. Está claro que es obra de obligada lectura, pero aunque sea un poco vergonzoso no rendirse ante este antes y después literario, me siento desencantada tras su lectura.
1984 traza el mapa mental de los efectos del totalitarismo más intenso en la vida de dos seres inocentes: Winston Smith y Julia, y equipara así el comunismo más intenso y tiránico, de la mano de un "Big Brother" de claros rasgos estalinistas, al nazismo. La opresión y manipulación sobre los ciudadanos de un Londres destruido y en ruinas tras numerosas guerras, que poco se perfilan, se llevan a cabo bajo una estrecha vigilancia en la que las personas han perdido todo espacio para la intimidad y todo tiempo libre, de forma que no pueden ni siquiera pensar ni, en consecuencia, rebelarse. Un mundo en el que no existe la amistad ni el amor es obviamente un mundo que no merece ser vivido.
No es baladí que Winston trabaje corrigiendo versiones de la historia que resultan incómodas al partido. Uno de los aspectos que más me ha interesado es que la novela muestra el poder del lenguaje como mecanismo de opresión y la capacidad éste que ejerce a la hora de moldear el pensamiento de la sociedad. Así, el partido se propone erradicar algunos términos de forma que aquello que no es dicho no pueda ser pensado. El lenguaje es así una herramienta para forjar el carácter de los ciudadanos.
La novela cumple su objetivo, alertar sobre los peligros de un estado totalitario, pero lo hace de forma  tan evidente —además carece de toda sutileza— que pierde verosimilitud. Resulta aburrida en ocasiones, muy repetitiva en su descripción del mal. Los personajes son arquetipos de pensamientos y están poco elaborados. Esta vez la he leído en español y la traducción de Rafael Vázquez Zamora es pésima. Quizás ha influido en mi reflexión. No es ni mucho menos, una de mis novelas favoritas, pero merece la pena leerla. Me quedo con las reflexiones del lenguaje y con que El Gran Hermano, que podría ser ruso o alemán, es británico. El mal, como nos recuerda The Lord of the Flies de Golding, no es inherente a ninguna civilización. Por mucho que nos eduquen en creerlo.
* Mucho más interesante y sutil resulta The Handmaid's Tale de Margaret Atwood

No hay comentarios:

Publicar un comentario