En The Lost Child
se entretejen tres historias separadas en el tiempo y espacio, hiladas de una
forma argumental muy sutil. En el primer capítulo, enmarcado en la reescritura
de novelas clásicas, Phillips se imagina los orígenes de Cumbres borrascosas de Emily Brönte, con la descripción de la penosa
situación de Heathcliff —de niño— y su madre, una antigua esclava traída de
África al Liverpool del siglo XVIII, obligada a ejercer la prostitución y a vagabundear
por los muelles pidiendo limosna. La mayor parte de la novela trenza una
historia desoladora, la de Monica, con voces narrativas que se complementan y a
las que el autor, acertadamente, sabe evocar con un lenguaje que refleja la
expresión del personaje que narre ese capítulo en primera persona. El padre nos
mostrará a una Mónica que él desea imaginar, pero no conoce, con un lenguaje
racional, estándar y académico; el marido no dará voz a los pensamientos de su esposa; y
Ben, su hijo mayor, se siente avergonzado y desconsolado y da rienda suelta a
sus reflexions con el lenguaje de la calle. La historia más emotiva, la de
Mónica, se fragmenta según se resquebraja su salud mental.
El drama de la madre africana está presente en el deterioro
de la vida de Monica, que a raíz
de su relación con Julius — ¿es quizás su marido negro descendiente de
Heathcliff?— va siendo despojada de todo aquello que ama, incluso sus hijos, y sufre
no solo a manos de una sociedad conservadora y patriarcal, sino también por
culpa de las instituciones que, supuestamente, desean ayudarla pero cuyos
miembros muestran, entre líneas, el racismo y desprecio por sus hijos mestizos y
sus circunstancias. Además, Phillips entrelaza una tercera historia muy breve,
la de Emily Brönte que confunde su propia vida con la historia que narra en Cumbres borrascosas y que nos recuerda
que la realidad y la ficción son primas hermanas.
El último capítulo
explica cómo el vampiresco Healthcliff —también mestizo, y esto es muy interesante—
es arrastrado al seno de la familia del Sr. Earnshaw, pero al no mencionarse
los nombres de los personajes, podrían ser estos también el segundo hijo de
Monica, Tommy, arrastrado a un mundo oscuro a manos de su nueva pareja, un depravado
que agravará su situación y llevará a Monica hacia su desconsuelo final.
En las tres historias las mujeres sufren y mucho (todas son the lost child, no solo Healthcliff y Tommy); en gran parte
por una figura paterna —patriarcado— que decide sobre sus vidas sin
consultarles, pero también por una sociedad que ignora su situación. La
esperanza existe en el primer hijo de Monica, Ben, que a pesar de su indefensión,
aprende a aislarse del mundo que le rodea a través de la música en la que se
refugia desesperadamente. Philipps da cuenta, muy ingeniosamente con la
elección de los títulos, de la situación y desarrollo de este personaje; la
música que menciona refleja sus estados de ánimo; escucha Those were the days de Mary Hopkin cuando es apartado de su madre, Hey Jude de The Beatles cuando se
siente completamente solo y por fin Ride
a White Swan de T. Rex la primera vez que una chica le sonríe. La música le
ayuda a aislarse y consigue lo que no pudo hacer su madre, acabar sus estudios
en Oxford y ser una persona moderadamente feliz.
Muy interesante! El tema de la música como soul healer está desarrollado de forma muy sofisticada. A primera vista son varias líneas narrativas, pero al final cristaliza una solo historia que tiene como motivo principal la pérdida. Todos son the lost child y todos están solos. Algunos se pierden una y otra vez. Ben se encuentra a si mismo y a Healthcliff le encuentran. Así que esperanza hay. Un abrazo
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