viernes, 28 de octubre de 2016

The Lost Child - Caryl Phillips


En The Lost Child se entretejen tres historias separadas en el tiempo y espacio, hiladas de una forma argumental muy sutil. En el primer capítulo, enmarcado en la reescritura de novelas clásicas, Phillips se imagina los orígenes de Cumbres borrascosas de Emily Brönte, con la descripción de la penosa situación de Heathcliff —de niño— y su madre, una antigua esclava traída de África al Liverpool del siglo XVIII, obligada a ejercer la prostitución y a vagabundear por los muelles pidiendo limosna. La mayor parte de la novela trenza una historia desoladora, la de Monica, con voces narrativas que se complementan y a las que el autor, acertadamente, sabe evocar con un lenguaje que refleja la expresión del personaje que narre ese capítulo en primera persona. El padre nos mostrará a una Mónica que él desea imaginar, pero no conoce, con un lenguaje racional, estándar y académico; el marido no dará voz a los pensamientos de su esposa; y Ben, su hijo mayor, se siente avergonzado y desconsolado y da rienda suelta a sus reflexions con el lenguaje de la calle. La historia más emotiva, la de Mónica, se fragmenta según se resquebraja su salud mental.

El drama de la madre africana está presente en el deterioro de la vida de Monica, que a raíz de su relación con Julius — ¿es quizás su marido negro descendiente de Heathcliff?— va siendo despojada de todo aquello que ama, incluso sus hijos, y sufre no solo a manos de una sociedad conservadora y patriarcal, sino también por culpa de las instituciones que, supuestamente, desean ayudarla pero cuyos miembros muestran, entre líneas, el racismo y desprecio por sus hijos mestizos y sus circunstancias. Además, Phillips entrelaza una tercera historia muy breve, la de Emily Brönte que confunde su propia vida con la historia que narra en Cumbres borrascosas y que nos recuerda que la realidad y la ficción son primas hermanas.

El último capítulo  explica cómo el vampiresco Healthcliff —también mestizo, y esto es muy interesante— es arrastrado al seno de la familia del Sr. Earnshaw, pero al no mencionarse los nombres de los personajes, podrían ser estos también el segundo hijo de Monica, Tommy, arrastrado a un mundo oscuro a manos de su nueva pareja, un depravado que agravará su situación y llevará a Monica hacia su desconsuelo final.

En las tres historias las mujeres sufren y mucho (todas son the lost child, no solo Healthcliff y Tommy); en gran parte por una figura paterna —patriarcado— que decide sobre sus vidas sin consultarles, pero también por una sociedad que ignora su situación. La esperanza existe en el primer hijo de Monica, Ben, que a pesar de su indefensión, aprende a aislarse del mundo que le rodea a través de la música en la que se refugia desesperadamente. Philipps da cuenta, muy ingeniosamente con la elección de los títulos, de la situación y desarrollo de este personaje; la música que menciona refleja sus estados de ánimo; escucha Those were the days de Mary Hopkin cuando es apartado de su madre, Hey Jude de The Beatles cuando se siente completamente solo y por fin Ride a White Swan de T. Rex la primera vez que una chica le sonríe. La música le ayuda a aislarse y consigue lo que no pudo hacer su madre, acabar sus estudios en Oxford y ser una persona moderadamente feliz.

1 comentario:

  1. Muy interesante! El tema de la música como soul healer está desarrollado de forma muy sofisticada. A primera vista son varias líneas narrativas, pero al final cristaliza una solo historia que tiene como motivo principal la pérdida. Todos son the lost child y todos están solos. Algunos se pierden una y otra vez. Ben se encuentra a si mismo y a Healthcliff le encuentran. Así que esperanza hay. Un abrazo

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